El Arte de la Ley

El juicio estaba programado por el incio de julio. En casi todas nuestras llamadas, mi cliente, J, lloró mientras revivía atrocidades de las que no había hablado en un cuarto de siglo. A veces solo tenia que escuchar mi voz para ponerse a llorar, porque, el explicó, sabía que cuando llamaba, significaba que íbamos a tener que hablar de cosas difíciles. Y lo hicimos. De hecho, unas tres semanas antes del juicio, J compartió conmigo información nueva sobre su pasado. Fue horrible, el tipo de persecución, abuso y humillación que es difícil imaginar que un ser humano haria al otro. J lloraba mientras contando su historia por telefono, al otro lado, yo lloré en un pedazo de tela, amortiguando mis propias lágrimas para que él no escuchara mi reacción emocional. Sabía que estos hechos aunque horribles, nos permitiera ganar su caso. Con menos de tres semanas hasta el juicio, llamé a un experto para que hiciera una evaluación basada en esta nueva información. Escribi de nuevo el escrito. Recogi evidencia nueva de la familia de J e hice una investigación adicional sobre el país de origen de J. Sobre todo tomé los hechos y las emociones que J compartio conmigo e hice todo lo posible para ponerlos en el documento.

Cada persona que solicita asilo puede presentar una declaración, que es esencialmente una carta larga escrito especialmente al tribunal para explicar lo que ha pasado y porque uno quiere vivir en los Estados Unidos. Los abogados ayudan a los clientes a escribir sus declaraciones, asegurándose de que el cliente habla de todos los hechos relevantes y cuenta una historia cronológica, comprensible e internamente consistente. También es la responsabilidad de los abogados que el cliente cuenta la historia con la voz del cliente, en una manera que capture los sentimientos del cliente. En el caso de J, trabajamos juntos para describir no solo el dolor físico que se le infligió, sino la tortura emocional y la vergüenza interiorizada que el sufria para mantener en secreto durante más de dos décadas el maltratimiento. Incluimos detalles sobre su cuerpo, su espíritu y su mente. Juntos elaboramos una narrativa que desafió a cualquier juez de inmigración del país a niega otorgarle a J el derecho a permanecer a salvo en los EE. UU. En resumen, J y yo nos transformamos de abogado y cliente en narradores, autores del libro de la vida de J.

A J se le concedió asilo en un juicio que duró aproximadamente una hora. Ni el juez de inmigración ni el abogado del gobierno pidio que J testificara, porque la historia de J hablaba en una manera tan poderosa sobre su trauma y persecución. Gracias al valor de J para revivir el dolor desde hace un cuarto de siglo, a su tenacidad para compartir ese dolor con una voz que estaba ubicado al otro lado del teléfono, y a su voluntad de contar su historia, fue liberado de la detención después de ocho meses y ahora está en camino de ser una ciudadanía estadounidense. Y en cuanto a mí, he aprendido que algunas de mis mejores fuentes para ser un abogado eficaz no son libros de leyes o casos de la Corte Suprema, sino que son el talento y el poder de narradores de historias como Zadie Smith o Yann Martel o Margaret Atwood o Chimamanda Ngozi Adichie o cualquier otro escritor que use la pluma para romper corazones. Los abogados necesitamos arte, porque debemos apelar a fiscales y jueces cuyos trabajos necesitan que sean escépticos con nuestros clientes y sus reclamos. Y a veces es el arte, más que la ley, que rompe el escepticismo y proporciona libertad.

 

bW

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